El cristianismo bíblico

Aquí presentamos nuestra adaptación del Sermón 4 de Juan Wesley, “El cristianismo bíblico”. Es una versión reducida del texto original en un lenguaje contemporáneo. Esperemos que sirva de entrada para leer el sermón original, el cual se puede descargar aquí como parte del Tomo 1 de las Obras de Juan Wesley.

Hechos 4:31 – “Y todos fueron llenos del Espíritu Santo”

En este capítulo leemos que todos los apóstoles y los creyentes habían estado orando y alabando a Dios, cuando el lugar donde estaban tembló, y todos fueron llenos del Espíritu Santo. No dice que todos los que estaban ahí recibieron los dones extraordinarios del Espíritu Santo, como sanidades, hacer milagros, profecía, u otros.  Aun en los primeros días de la iglesia, Dios repartió estos dones solo a unos pocos. ¿Tenían todos el don de santidad? ¿Hablaban todos en diversas lenguas? Ciertamente no. Fue, por lo tanto, para un fin más excelente que todos fueron llenos del Espíritu Santo.  Fue para darles esos frutos del Espíritu que cualquiera que se llame cristiano debe tener. Fueron llenos para tener amor, gozo, paz, paciencia, y todos los demás. Sin especular sobre los dones extraordinarios, mejor estudiemos estos frutos ordinarios, que en sí mismos son la gran obra de Dios entre los seres humanos, lo que llamamos ‘cristianismo’. Y veamos el cristianismo no como una serie de opiniones o un sistema de doctrinas, sino en lo que se refiere a los corazones y las vidas humanas.  Ahora vamos a verlo en su comienzo en cada persona, en su extensión de una persona a otra, y en su extensión por toda la tierra.

            ¿Cómo comenzó el cristianismo en una persona de esa época, y cómo se desarrolló? Lo más sencillo es decir que escuchó a alguien predicar acerca de Jesús, se convenció de su propio pecado, se arrepintió y creyó en Jesús. Mediante esa fe en el poder de Dios, esa persona recibe inmediatamente el espíritu de adopción como hijo o hija de Dios. Por primera vez puede llamar a Jesús “Señor”, por medio del Espíritu Santo. Ahora siente una paz que va más allá de lo que puede entender con su mente. Ahora no tiene temor de nada, ni de malas noticias, ni de lo que otros puedan hacerle, ni las fuerzas de la oscuridad, ni siquiera la muerte, porque sabe en quién ha creído y quién es su Señor.

Su corazón rebosa de regocijo y amor por lo que Dios ha hecho. Y cuando alguien ama a Dios así, su amor incluye a toda la humanidad. Desde las personas a su alrededor, hasta las personas que nunca ha visto, y en particular a sus enemigos. Los enemigos de un cristiano tienen un lugar especial en su corazón y en sus oraciones. Este amor de Dios, y para Dios, llena a la persona de humildad, hasta que sea sufrida, amable, y compasiva con todo el mundo. Sabe que separada de Dios, nada puede hacer.  Por eso, siempre usa los medios que Dios escoge para darnos su gracia. Como leer la Biblia, asistir al culto siempre que pueda, y tomar de la Santa Cena. Así crece diariamente en gracia, aumentando en fortaleza, y en el conocimiento y el amor de Dios.

            Pero el cristiano no se satisface solamente con no hacer el mal. Su alma está sedienta de hacer el bien. Según tiene oportunidad, alimenta a los hambrientos, viste a los desnudos, protege a los huérfanos y los extranjeros, y visita y ayuda a quienes están enfermos o en la prisión. Un cristiano da a otro, hasta que duela. No existe para el cristiano nada tan valioso que no esté dispuesto a sacrificar por ayudar a los pobres.

            Así era el cristianismo en sus comienzos. Tan profundamente habían ellos crucificado al mundo, y el mundo había sido crucificado para ellos.  Veamos, entonces, cómo esta fe se extendió de una persona a otra hasta cubrir la tierra, como siempre fue el plan de Dios. Es lógico que los primeros cristianos se esforzaran para compartir las buenas noticias, ya que veían a sus vecinos ahogándose en una oscuridad espiritual.  Su amor y su compasión por ellos los empujaban a hacer bien a otros y a advertirles acerca de la ira venidera. Trataban de hablar con cada persona según su necesidad. Si estaba muy dormida espiritualmente, o ya un poco receptiva a la verdad, o ya lista para confesar a Jesús – los cristianos sabían cómo responderle mejor para que creciera en la fe. 

            Así, mucha gente se convirtió y se salvó.  Pero también mucha gente se sentía ofendida por los cristianos. Los que vivían solo para su propio placer. Las personas de reputación, que se creían importantes en la sociedad. Muchos comerciantes de idolatría.  Pero, sobre todo, las dizque “personas religiosas”, las de religión externa, se sintieron muy ofendidas.  Mientras más se extendía el cristianismo, más daño se hacía. Así que las nubes oscuras de la persecución crecían, y los cristianos comenzaron a sufrir siglos de tormenta. Algunos sufrieron, durante un tiempo, la vergüenza y el reproche. Algunos, la pérdida de sus bienes. Algunos, prisión y cárcel. Y otros resistieron hasta la sangre.  Pero aun en situaciones así, Dios les dio a sus hijos palabra y sabiduría. Y sus vidas tenían tanta autoridad como sus palabras. Sobre todo, sus sufrimientos daban testimonio al mundo entero. Así que los pecadores en todas partes se convirtieron de las tinieblas a la luz.

            Como tercer punto, rápidamente, podemos hablar un poco sobre cómo sería el mundo si se cubriera de este cristianismo—el cristianismo bíblico del cual estamos hablando. Y Dios promete que así sucederá.  Todo es paz, reposo y seguridad para siempre. No hay guerras, ni internas ni externas. No hay opresión, ni extorsión, ni robos. Hay santidad, justicia, y misericordia.  No hay personas con necesidad. Todo el mundo se comporta con un amor sincero hacia los demás. Dios hace que todo corazón rebose de amor, y que toda boca se llene de alabanza. ¡Que espectáculo tan bello!

            Ahora, solo me queda concluir con una sencilla aplicación práctica. Primero, déjenme preguntar: ¿Dónde existe esta clase de cristianismo? ¿Dónde viven los cristianos? ¿Un lugar donde todos tienen el amor de Dios llenando sus corazones? ¿Moviéndoles a amar a sus prójimos como a sí mismos? Tristemente, debemos confesar que no hemos visto hasta la fecha a ninguna nación cristiana sobre la tierra. Aquí hablo de cómo sería si todos viviéramos como cristianos según la Biblia. Que cada uno sea examinado por su propia conciencia. Aquí pregunto a los jueces, políticos y gobernantes. A los maestros y directores de escuelas. ¿Viven como cristianos de este tipo? Hasta pregunto a los ministros de la iglesia: ¿somos modelo para los demás en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza? ¿Nos enseñoreamos sobre las ovejas, o somos los últimos, los siervos de todos? ¿Estamos inflamados de un amor que nos hace hablar con mansedumbre, humildad y sabiduría? En fin, a todos les pregunto, ¿qué clase de religión es la suya? Temo que muchos no aguantemos un cristianismo así de bíblico.  Tal vez sean los jóvenes los que tienen que restaurar la fe, si los viejos podemos soportarlo. El tiempo dirá.  Mientras tanto, Señor, sálvanos, que perecemos. Para ti todo es posible. Defiéndenos según te plazca. ¡Mas no según nuestra voluntad, sino la tuya!

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